viernes, 14 de enero de 2011

Una clase con FM - James Harvey Robinson (1863-1936)

El Sr. Alexander....es paciente y suave, y con las tradiciones de un actor, cada audiencia de a uno que va hacia él, es una fresca oportunidad para explicar e ilustrar su arte. Él no tiene que desvestirte, o preguntarte cual es el problema con vos....Tus movimientos y posturas defectuosas inmediatamente aparecen ante sus ojos perspicazes y experimentados....No invita a ningún ejercicio violento - en realidad prefiere que te abstengas por un tiempo de hacer ejercicios, ya que éstos hacen que se refuercen hábitos viejos y viciosos. Él no fuerza el cambio de pensamiento o postura, pero te ofrece tener la esperanza de que proyectando las órdenes que sugiere, y reformando tus ambiciones corporales, y reconociendo la naturaleza viciosa de tus antiguos hábitos y aspiraciones, luego de 20 o 30 clases diarias de media hora, te encontrarás, sin interrumpir tu rutina diaria usual, una nueva persona. Pero más que eso, él te promete seguir mejorando cuando las clases hayan terminado....
El Sr. Alexander....entiende que lo psíquico y lo físico siempre están interaccionando, a veces de una manera obvia y otras inconscientemente. Uno tiene que inhibir la rutina muscular familiar y casi inconsciente para dar paso a la nueva , bien planeada, coordinación conciente. Me parece de fundamental invención del Sr. Alexander haber encontrado la manera de hacerlo. Primero te muestra tu general incapacidad de disociar y controlar tus movimientos; luego te da ciertas órdenes para lograr relajar el cuello, la posición de la cabeza, el alargamiento del cuerpo y la ampliación de la espalda. Al comienzo son meras aspiraciones, ya que tenés prohibido hacer algún intento de llevarlas a cabo muscularmente, por la simple razón de que tus viejos hábitos no te permitirán realizarlo. De hecho no sabés realmente que es relajar tu cuello, alargar el cuerpo o ampliar la espalda...
El Sr. Alexander procede literalmente a remodelar al paciente, primero sentado y luego parado. Él dedica su atención al cuello, al bajo torax y al abdomen, pero observa que las piernas estén relajadas. Presionando, empujando, tirando, alargando y reajustando - todo muy suave y persuasivamente - te devuelve a la forma, creciendo de vez en cuando y viéndote desde la distancia, como un escultor podría ver el progreso de su trabajo. Este proceso tiene un efecto doble, aparentemente: gradualmente aumenta tu discernimiento muscular y al mismo tiempo la coordinación correcta que él realiza tiende a que perdure y se convierta en habitual. Lentamente entendés que las sensaciones en tu espalda y el control consecuente crecen. Te sentás y te parás con gran facilidad y satisfacción. Aprendés a discriminar y separar actos musculares...para agarrar una silla sin implicar a los músculos de la parte alta de los brazos o de los hombros, para dirigir tus piernas sin usar los músculos abdominales o contrayendo el cuello...Al final uno aprende a "cobrar ánimo", y lo que es mejor, a mantenerse hacia arriba, pararse; preferir una postura apropiada a una equivocada...

traducción del libro de M.Bloch "F.M.The life of Frederick Matthias Alexander"

martes, 4 de enero de 2011

Cortázar y las figuras

Es conocida la preocupación de Cortázar con las figuras. En el libro de Luis Harss, Los Nuestros (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 1966), se reproduce una conversación del crítico con el autor argentino. Allí comenta Cortázar los monólogos de Persio en su primera novela, Los premios, y observa:
Persio ve las cosas desde lo alto como las gaviotas. Es decir, es una especie de visión total y unificadora. Allí tuve por primera vez una intuición que me sigue persiguiendo, de la que se habla en Rayuela y que yo quisiera poder desarrollar ahora a fondo en un libro. Es la noción de lo que yo llamo las figuras. Es como el sentimiento -que muchos tenemos, sin duda, pero que yo sufro de una manera intensa- de que aparte de nuestros destinos individuales somos parte de figuras que desconocemos. Pienso que todos nosotros componemos figuras. Por ejemplo, en este momento podemos estar formando parte de una estructura que se continúa quizás a doscientos metros de aquí, donde a lo mejor hay otras personas que no nos conocen como nosotros no las conocemos. Siento continuamente la posibilidad de ligazones, de circuitos que se cierran y que nos interrelacionan al margen de toda explicación racional, y de toda relación humana. (pp. 277-278)

Las figuras sólo existen para el contemplador, no para los personajes que las forman. Lo que nos devuelve a la geometría, y (también) a la retórica. Porque esa figura geométrica regular que es el octaedro es a la vez una figura compleja. Sus ocho caras pueden ser triángulos equiláteros iguales o pueden ser triángulos isóceles iguales. Esas ocho caras visibles esconden dos pirámides unidas por la común base cuadrilátera. Pero también esas pirámides pueden ser cortadas de modo que ofrezcan en sus vértices caras exagonales. Asimismo, el octaedro puede ser concebido no a partir de dos pirámides sino de un solo cubo cuyas caras han sido cortadas hasta perder su forma original.
Las posibilidades geométricas son muchas, pues. Es decir: una cosa es el octaedro simple, y otra el simétrico: una cosa es la estructura que se desarrolla a partir de dos pirámides o la que se desarrolla a partir de un cubo. En todos los casos, la figura geométrica que vemos es el resultado de una transformación, o desvío, de otra figura geométrica más simple: la pirámide, el cubo. Lo que nos lleva a la retórica.
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En retórica, figura implica también transformación. Según la definición del Littré (III, p. 1567),  las figuras son:
Ciertas formas del lenguaje que dan al discurso más gracia y vivacidad, brillo y energía.
Para Ducrot/Todorov (Dictionnaire encyclopédique des scienes du langage, París: Seuil, 1972, p. 349) lo que caracteriza a la figura es que se presenta como un "desvío", un distanciamiento, con respecto a la expresión llamada "normal". El significado está implícito en el Littré. En efecto, ese "desvío" está codificado por la retórica, por lo tanto está él también normalizado, pero conserva su marca de separación. De la misma manera, la figura del octaedro reconoce una norma y unas variaciones, o complejidades que permiten reconocer en la figura habitual (las ocho caras regulares, los ocho triángulos iguales), otras figuras posibles: los otros triángulos isóceles; las dos pirámides que comparten una misma base rectangular; las dos pirámides truncas con sus caras hexagonales; el cubo primordial que ha ido perdiendo por una operación quirúrgica de sus seis caras, la figura (que en francés también quiere decir: cara) original.